Periódico El Higuamo

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Nadie amó a Jesús

Hay amores de todas las formas, grandes y pequeños, verdaderos y falsos. Unos entristecen y otros alegran. Unos calman y otros duelen. Algunos hacen llorar. Otros arrancan sonrisas. Amores, en fin, de todas las razas y en todas las lenguas. Amores humanos, amores banales. Amores profundos y amores livianos.

El esposo le dice a la esposa: "Te amaré toda la vida". Y a la vuelta de los tiempos, su promesa se hace nada en el olvido. El padre le promete al hijo: "Nunca dejaré de amarte". Pero golpeado por la frustración, ve su amor volverse niebla en el desencanto.

Por eso, cuando pienso en la cruz, me pregunto: ¿Qué amor es ese, misterioso e incomprensible? ¿Por qué no reclama, por qué no protesta, ni se queja? ¿Qué extraño amor es ese que se sacrifica en el silencio?

El Apóstol Pablo dice: "Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto, en que cuando todavía eramos pecadores. Cristo murió por nosotros". (Romanos 5:7,8).

Estábamos perdidos. Todos. Sin excepción. "Todos andábamos perdidos como ovejas, cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros. Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca, como cordero fue llevado al matadero; como oveja, enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca" (Isaías 53:,7).

Jesús podrá habernos dejado seguir nuestro destino a muerte. Lo habíamos elegido. ¿Qué eramos nosotros en el vasto universo, sino un grano de arena? Pero su amor nos extendió la mano. Nos sacó del abismo, de la soledad, de la desesperación y de la culpa. ¡El nos amó hasta la muerte!
El amor de Jesús se expresa con palabras, pero no se limita a ellas. "Con amor eterno te he amado", dice Jeremías 31:3 (NVI). Pero no se queda en la belleza de la retórica. Su amor es una realidad concreta.

Jesús no fue un filósofo que discutiera el tema del amor. Tampoco fue un poeta que escribiera versos de amor. Ni un músico que compusiera melodías de amor. El dio respuestas a la vida sacadas de la vida misma y bañadas de amor. Entró sin temor en el mundo pantanoso de la muerte y nos rescató de sus garras siniestras. Pagó el precio de nuestra libertad. Se humilló. Murió como el pastor de los delincuentes.

Nadie podrá dónde terminar sus palabras y comienzan sus hechos. O dónde acaban sus hechos y comienzan sus palabras. Sus hechos eran palabras y sus palabras, acciones. ¿Bendigo amor de Jesús!

Lo veo arrodillado en una noche oscura, debajo de un olivo, sudando gotas, de amor salpicadas de sangre. Lo escucho suplicando a su Padre si es posible que le evitar aquella terrible prueba, Lo maligno sufriendo ante la indiferencia de aquellos por quienes está dispuesto a morir. Lo observo en la cruz, suplicando perdón para la humanidad ingrata que ama, y me pregunto una vez y otra vez "¿Qué amor es ese?".
Pasarán los siglos y las edades. Se acabarán los meses y los años. Desaparecerán los cantos de las aves. Huirán las montañas.

Se secarán los mares y los ríos. Pero el amor de Dios perdurará. ¡Jamás mente humana será capaz de entender!
Nadie vivió como Jesús vivió porque nadie es capaz de amar, como él amó. ¿Te gustaría aceptar ese amor maravilloso y eterno?