Richard QuiñonesSanto Domingo. Es un día inusual en la calle Juan Luis Duquela, lugar donde está ubicada una de las cuatro extensiones de la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), contrario a lo que ocurre en los días de semana que se caracterizan por el flujo masivo de estudiantes y vehículos. Hoy no, hoy es domingo y lo más próximo a la vista es un anciano ciego, que se apoya en su viejo bastón improvisado para poder llegar a su destino, tocando con el toda pared, verja o red metálica a su paso, como forma de guiar su camino el hacia su hogar.
-¡Permiso!, le dice un joven. -Pase adelante, responde. ¿Cómo se siente? Pregunta el joven: "Muy bien, vivo por la gracias de Dios, él nos mantiene con vida", expresa.
En su mano izquierda lleva una funda transparente copada de mangos banilejos, viste camisa de rayas blanca y gris, pantalón jeans corto y chancletas marrón. Su incapacidad visual no le permite darse cuenta que el cielo muestra su parte más oscura con lo que anuncia o presagia el aguacero que minutos después caería sobre la ciudad.
El trayecto continua: "¿están trabajando ahí, se puede cruzar?" pregunta el señor a dos hombres que realizaban un trabajo de albañilería en una acera de un casa ubicada en su trayecto.
"Si, estamos trabajando don, espere que le daremos una mano", dijo uno de los hombre; lo agarra de una mano y le ayuda a pasar el obstáculo. "Muchas gracias" dice.
Más adelante se encuentra frente a una carnicería y muy cerca de un cable en diagonal, lo que podría provocar que cayera al pavimento. Un joven se percata del peligro al que se expone sin saberlo el especial transeúnte y le ayuda para que no choque con el cable: "Voy cerca de la pared porque la pared me guía", le dice al joven.
"Aguacate, aguacate, aguacate" vocea una marchanta haitiana que vende sus productos de forma muy original, en un coche de bebé.
Próximo a la vendedora se divisa, a pocos metros, a un hombre en una silla de ruedas colocado en el centro de la calle Presidente Vásquez, en eminente peligro ante el paso continúo de vehículos por esa vía. "No se sorprendan, el siempre está en el medio de la calle, no sabemos como no lo han chocado", dijo uno de los residentes en el lugar.
Todo esto ocurría mientras en señor continuaba su caminata hacia su casa. No transcurren tres minutos y el aguacero pronosticado por el cielo oscuro empieza a caer, varias gotas mojan la vestimenta del señor antes de entrar a su casa, como que algo influyó y retrasó la caída de la llovía prevista hasta que llegara a su vivienda.
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