Por el Apóstol Juan
"vi un cielo nuevo y una tierra nueva; (En la isla de Patmos) porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y oí una gran voz del cielo que decía: "He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios".
Y oí una gran voz del cielo que decía: "he aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios".
"Y el que estaba sentado en el trono dijo: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" Y me dijo: "Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas". Y me dijo: "Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin". •Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo".
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homocidas, los fornicarios y hechiceros tendrán parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda".
"Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: "Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del cordero". Y me llevó en el espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la Gran Ciudad Santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios, teniendo la gloria de Dios.
Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedera de Jaspe, diáfana como el cristal. Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, pra medir la ciudad, sus puertas y su muro.
(Apocalipsis, Cap.21, versos del 1 15)
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